4 de noviembre de 2024
Autor:
Emilio Gracia
El delantero, con tan sólo 17 años, debutó en partido oficial con el Real Madrid en La Romareda un 29 de octubre de 1994. Pese a la derrota por 3-2 y a marrar claras ocasiones de gol, su descaro convenció a Jorge Valdano, que ya no le quitó del once
La historia reciente del Real Madrid no se entendería sin lo ocurrido hace ahora tres décadas en el estadio de La Romareda cuando un joven imberbe con unas ganas infinitas de gloria se enfundó por primera vez la camiseta del primer equipo en un partido oficial. El 29 de octubre de 1994, para sorpresa de todos, Jorge Valdano dio la alternativa a Raúl González Blanco y ya nada volvió a ser lo mismo. Su inquebrantable mentalidad ganadora, su liderazgo y sus goles de todos los colores, dieron al club un salto de calidad fundamental para lograr los éxitos que estaban por llegar a medio plazo y que incluyeron el retorno de la institución a la élite europea con tres Copas de Europa en cinco temporadas entre 1998 y 2002.
Aquel delantero de 17 años casado con el gol se había estrenado con la primera plantilla en sendos amistosos disputados en Oviedo, el 4 de septiembre de 1994, y en Karlsruher, 4 días antes de recibir la alternativa en Zaragoza. Su balance en ambos choques fue de un tanto en cada duelo (en ambos entró en la segunda parte), y la sensación de peligro en cada acción en la que participaba. Raúl dominaba una amplia gama de recursos que le hacían ser un delantero completísimo. Entre sus características estaba una asombrosa habilidad para el remate desde cualquier posición, su habilidad y picardía para moverse en espacios cortos y, pese a no ser aparentemente rápido, su buen hacer a campo abierto; era listo como el que más para anticiparse a los defensas y disponía de mucha calidad para asistir a sus compañeros.
Raúl podía ocupar todas las posiciones de ataque e incluso retrasar su posición para partir pegado a banda. Y tiraba caños, y hacía vaselinas imposibles, además de descolgare cuando el juego lo pedía para abrir espacios a sus compañeros y dar precisos pases. Y jamás daba un balón por perdido. Era un fuera de serie en ciernes que a base de goles se convirtió en un jugador generacional, líder en una de las épocas más brillantes de la historia del mejor equipo del mundo. No había recuerdo de un jugador español con semejante gama de recursos ofensivos, de ahí el impacto de su irrupción.
Con motivo de centenario del Karlsruher el martes 25 de octubre de 1994 el Real Madrid se desplazó a Alemania para jugar un partido amistoso retransmitido en directo para todo el país por las cámaras de Tele 5. El Madrid de Jorge Valdano había arrancado muy bien la temporada con un excelso Laudrup al mando de las operaciones, y un renacido Iván Zamorano en punta de ataque que convertía en gol todo lo que pasaba por sus botas y cabeza.
Fernando Redondo, el otro gran fichaje de la temporada, acababa de reaparecer tras una grave lesión de rodilla causada en pretemporada por una dura entrada del jugador del Athletic Club de Bilbao Mendiguren. Butragueño había perdido su magia, Alfonso había caído lesionado en la primera jornada de Liga y Dubovsky no terminaba de ofrecer las prestaciones que se le presuponían. Amavisca, recién llegado del Real Valladolid, y Zamorano, sostenían un ataque que se quedaba corto.
En esas Jorge Valdano y su segundo, Ángel Cappa, que todas las semanas monitorizaban a las jóvenes promesas de la cantera con entrenamientos específicos en la vieja ciudad deportiva, ya habían puesto sus ojos en el delantero de las piernas arqueadas que había comenzado la temporada como un tiro en el Real Madrid C. En 7 partidos había marcado 13 goles en la categoría de bronce. Su actuación en tierras germanas terminó de despejar las dudas del cuerpo técnico. Raúl salió al campo en sustitución de Alfonso en el minuto 62 y revolucionó el partido. Cada balón que pasaba por sus botas multiplicaba el peligro del ataque blanco. El primer contacto con la pelota terminó en un pase de gol a Dubovsky que el eslovaco no aprovechó. En su segunda intervención robó un balón y rozó el gol con una vaselina.
El portero alemán evitó su gol instantes antes de que en el minuto 75 y a pase de Amavisca, hiciese el 1-2. El delantero cántabro cerró el partido marcando el 1-3 a siete minutos del final. Valdano vio despejadas las pocas dudas que todavía tenía. El argentino sabía que tenía un diamante en bruto a su disposición y nada más acabar el partido ya había decidido que el chaval de la humilde colonia Marconi que todavía no había cumplido la mayoría de edad, debutaría como titular en Liga cuatro días más tarde.
La jornada 9 de la Liga de la temporada 1994-1995 llevó al Real Madrid a la capital de Aragón en un enfrentamiento por todo lo alto. El Zaragoza de Víctor Fernández era un equipo de altísimo nivel. Vigente campeón de la Copa de Rey, se encaminaba a conquistar esa misma temporada la extinta Recopa de Europa en una recordada final contra el Arsenal decidida con un gol de volea de Nayim desde medio campo en el último minuto de la prórroga. En juego, nada más y nada menos, estaba el liderato del campeonato.
«Bebé a bordo», tituló el diario Marca el día de su debut. En páginas interiores el diario deportivo incluyó un amplio reportaje en su casa posando con sus padres y su perro. «Valdano sólo me ha pedido que me divierta», confesó Raúl. El partido fue un intercambio de golpes entre dos equipos lanzados al ataque. Los maños se llevaron los dos puntos ante un Real Madrid que, según la crónica del diario AS, perdonó.
Esnáider adelantó a los locales con sendos goles en los minutos 7 y 52. Raúl se movió con una soltura asombrosa y el descaro de un veterano, pero no tuvo suerte de cara al gol, fallando tres ocasiones muy claras. Los merengues empataron el duelo en la segunda parte con dos goles de Zamorano y Amavisca. A falta de cuatro minutos para el pitido final el uruguayo Gustavo Poyet desniveló el marcador para los locales, que dormirían encaramados en lo alto de la clasificación.
En rueda de prensa Valdano ofreció su versión más optimista y, pese a la derrota (la segunda de aquella temporada en Liga), destacó la actuación de su equipo y de Raúl. El 1 de noviembre la derrota en Zaragoza quedó en el olvido para la afición merengue tras una gran victoria por 4-0 frente el Dínamo de Moscú en la vuelta de la segunda ronda de la Copa de la UEFA. Raúl no se vistió de corto aquella tarde al no estar inscrito en competiciones europeas.
El morbo estaba servido en la siguiente jornada del torneo de la regularidad. Los blancos recibían en casa al Atlético de Madrid, club en el que Raúl había militado hasta 1992, momento en el que Jesús Gil decidió eliminar las categorías inferiores del club rojiblanco. El delantero no tuvo piedad con su ex equipo y provocó un penalti, dio una asistencia y marcó un gol que contribuyó al 4-2 final. Su leyenda había comenzado.