12 de diciembre de 2024
Autor:
Emilio Gracia
Los goles de Ronaldo Nazario y Guti derrotaron en 2002 al Olimpia de Asunción en una final con momentos de gran fútbol que otorgó al Real Madrid el tercero de los ocho títulos de campeón del mundo que tiene en sus vitrinas
El 3 de diciembre de 2002 el Real Madrid se coronó por tercera vez campeón del mundo de clubes bajo la denominación de Copa Intercontinental. Era el año del centenario y el título fue acogido con enorme satisfacción por una afición madridista que, por primera vez, paladeó el triplete internacional: Liga de Campeones, Supercopa de Europa y Copa Intercontinental. «Los Galácticos» llegaron a Japón para disputar la final como las estrellas rutilantes que eran y no defraudaron. El público nipón que llenó las gradas del Yokohama Stadium esperaba espectáculo y lo tuvo.
Entre 1960 y 2004 la Copa Intercontinental enfrentaba al campeón de la Copa de Europa con el de la Copa Libertadores de América. Hasta 1979 los enfrentamientos eran a doble partido. La dureza de los clubes sudamericanos hizo que muchos campeones de Europa renunciasen a disputar la competición. En 1980 el torneo se refundó bajo el patrocinio de la multinacional Toyota, pasando a celebrarse en Japón a partido único en el mes de diciembre hasta 2004, cuando la FIFA creó el Mundial de Clubes con la participación de los equipos campeones de las seis confederaciones.
El Madrid de «Los Galácticos» era el equipo más admirado del mundo y lo más parecido a los Globetrotters que ha tenido el fútbol. Los merengues celebraban su centenario y Florentino Pérez regaló al madridismo el fichaje del brasileño Ronaldo Nazario, un delantero letal. Un rosario de gravísimas lesiones en su rodilla derecha estuvo a punto de costarle la carrera a un jugador llamado a suceder a Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Casi nada.
Medio cojo y al sesenta por ciento de su condición física Ronaldo resurgió como Ave Fénix en el Mundial de Corea y Japón para llevar a la canarinha a ganar su quinto entorchado mundial, el último hasta la fecha. Dos goles en la final ante la Alemania de Oliver Kahn y ocho en total con los que obtuvo el pichichi del torneo lo rehabilitaron para la élite. Su mala relación con el entrenador del Inter de Milán, Héctor Cúper, fue el puente de plata que lo llevó a Madrid. En una negociación histórica que duró todo el verano Florentino Pérez cerró el fichaje del crack brasileño minutos antes del cierre del mercado. Era la guinda del pastel de un proyecto, el de «Los Galácticos», con tintes faraónicos.
El Real Madrid compró el billete para la final de la Copa Intercontinental con el gol de volea de Zidane en Glasgow que llevó al Santiago Bernabéu la Novena. La era de «Los Galácticos», inaugurada con Figo en el verano del 2000, tenía al madridismo sumido en un estado constante de felicidad. En agosto se ganó por primera vez la Supercopa de Europa y el triplete internacional asomaba por tierras orientales. El último obstáculo era el rocoso Olimpia de Asunción de Paraguay, campeón de la Copa Libertadores. La derrota contra Boca Juniors dos años antes hizo que imperase la cautela.
Los pupilos de Vicente del Bosque llegaban con dudas. El rendimiento de Ronaldo no estaba siendo el esperado y el run run sobre la conveniencia de su fichaje alimentaba muchas tertulias. ¿Les suena? Tres partidos seguidos sin ganar con dos empates en Liga y una derrota en Champions contra el Milan, unido a una epidemia de gripe que afectaba a jugadores clave como el propio Ronaldo, Roberto Carlos o Figo, mantenía en vilo a aficionados de medio mundo.
El Real Madrid aterrizó en Tokio el 29 de noviembre, cuatro días antes de la final, en medio de una enorme expectación. La prima por ganar era 48.000 euros por barba. La final, por primera vez, iba a disputarse en el Yokohama Stadium, el mismo campo en el que Ronaldo, con dos goles, había tocado la gloria con Brasil cinco meses antes.
Televisión española retrasmitió el choque en directo por La-2. La intempestiva hora de las 11.15 horas llenó los bares y cafeterías de trabajadores remolones y estudiantes que dejaron las aulas a media entrada. Salió el Real Madrid con su once de gala: Casillas; Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Makelele, Cambiasso, Zidane, Figo; Raúl y Ronaldo Nazario.
El partido fue un monólogo durante los primeros minutos con Roberto Carlos atacando como potro desbocado por la izquierda, y Figo destruyendo a su marcador por la derecha en cada acción. A Zidane le costó en poco más entrar en calor. Pudo marcar el primero Ronaldo de cabeza a los tres minutos.
El 1-0 llegó en una jugada de quilates iniciada entre Zidane y el argentino Cambiasso. Roberto Carlos la continuó por la izquierda filtrando un balón a la media luna que Raúl dejó pasar para que Ronaldo controlase y entrase en el área como un tren bala para desequilibrar la final. Era el minuto 13 y la afición japonesa enloquecía con «Los Galácticos». Aquel equipo te aniquilaba arriba y te regalaba la cartera atrás. Al minuto siguiente el Olimpia de Asunción pudo poner las tablas con un gran remate de López que se estrelló en la madera.
El tanto vino acompañado de un rosario de jugadas a un toque a velocidad de vértigo. Figo estaba firmando su mejor partido como merengue mientras desde la grada se multiplicaban los gritos de !ohhhh! y !aaaaah! en cada acción. El dominio era total y con el paso de los minutos Zidane se fue entonando. Iker Casillas, fiel a su cita con los milagros, evitó la igualada sacando un tiro a bocajarro del excolchonero Benítez. Ronaldo pudo sentenciar la final antes del descanso a pase de Raúl. El partido del canterano fue sublime con acciones de altísima calidad: pases al primer toque, en profundidad, aperturas a banda, remates y asistencias. Una clase magistral de jugar al fútbol. A día de hoy resulta chocante, e injusto a partes iguales, que a un futbolista de semejante nivel le quitase el Balón de Oro Michael Owen en 2001.
La segunda parte fue un rosario de ocasiones y jugadas brillantes de «Los Galácticos» que se perdían en el limbo. Ronaldo tuvo el 2-0 en una combinación con Figo finalizada con un regate seco y un latigazo que salió rozando el poste. El brasileño le puso un esférico a Makelele para empujar que al medio centro francés se le escapó entre las piernas.
La sentencia llegó por mediación de Guti en el 84, que había entrado dos minutos antes en sustitución de Ronaldo. Un medido centro de Figo, quien sino, fue rematado de cabeza al fondo de la red por el genial rubio de Torrejón de Ardoz. El pitido final vino acompañado de gritos de ¡campeones, campeones! que salían de las gargantas de unos aficionados japoneses que, entusiasmados, se frotaban los ojos. Ronaldo se llevó el MVP de la final y días más tarde el Balón de Oro. Hierro levantó la Copa Intercontinental y Raúl la Copa Toyota que entregaba el patrocinador. El madridismo comió el turrón feliz aquellas navidades gracias a «Los Galácticos». La historia puede repetirse en unos días.